Los Messis y Ronaldos de 1912

El fútbol de hace cien años era muy diferente al deporte que en la actualidad se transmite al mundo entero y cautiva a millones de personas en todo el planeta. Sin embargo, existen similitudes, y una de las más destacadas es la presencia de individuos emblemáticos, amados e idolatrados por los aficionados de la época.

¿Quiénes fueron los Messis y Cristianos Ronaldos de 1912? La página web de la FIFA recuerda a unos cuantos jugadores que hace un siglo encandilaban a la afición.

Artistas y mineros de Manchester
Gran Bretaña, la cuna del fútbol, disfrutaba de un panorama profesional vibrante en los primeros años del siglo XX, cuando ya producía jugadores de gran renombre. En Inglaterra, donde la Copa de la FA llevaba disputándose más de 40 años, el año 1912 empezó, al igual que ha empezado 2012, con el Manchester United de campeón.

Su capitán por aquel entonces era Charlie Roberts, un central poderoso, veloz y habilidoso que representaba a los Red Devils y a Inglaterra con distinción, y había liderado al Manchester United hasta sus dos primeros de sus 19 títulos de liga (récord del campeonato nacional inglés). Roberts estaba considerado una especie de rebelde, no en vano había desempeñado una labor decisiva en la fundación del sindicato de futbolistas en 1907 y llevaba los pantalones por encima de la rodilla, en claro incumplimiento del reglamento de la Asociación Inglesa de Fútbol. Tal desacato a la autoridad, sin embargo, no disuadió al Oldham Athletic de abonar 1.500 libras por hacerse con sus servicios en 1913, con las que estableció de paso un nuevo récord de cuantía por un fichaje.

Roberts se vendía muy caro, pero ni siquiera él era capaz de irradiar el relumbrón de superestrella que emanaba uno de sus compañeros de equipo, miembro fundador como él del sindicato de jugadores. Billy Meredith fue el mago galés del Manchester United muchos años antes de que Ryan Giggs hechizara Old Trafford. Meredith, además, disfrutó del raro honor de erigirse en objeto de adoración en ambos lados de la línea que divide el fútbol de Manchester. Pero, por extraño que ahora parezca, el superdotado extremo derecho había rechazado en principio un contrato profesional con el City porque decidió firmar como amateur para regresar a su hogar, a la aldea galesa de Chick, y seguir trabajando en la mina, un empleo al que se había dedicado desde que tenía 12 años.

El segundo partido del Meredith con el City, en noviembre de 1894, ha pasado también a la historia como el primer derbi de Manchester. El galés celebró la ocasión a lo grande: con dos goles en aquella victoria por 5-2 del City. Un par de meses después, Meredith sucumbió por fin a la tentación de hacerse profesional y pronto se convirtió en un astro del fútbol inglés, y en su máximo goleador, durante la primera temporada en el club. En 1904, cuando el Manchester City ganó la Copa de la FA, el primer gran trofeo de la entidad, Meredith ya era capitán. No obstante, dos años después, se marcharía al United. Para 1912, a pesar de que había cumplido 38 años, su técnica y su arte no habían perdido ni un ápice de importancia para el entonces campeón de Inglaterra.

De hecho, Meredith, con su sempiterno palillo de dientes en la boca, siguió jugando en el Manchester United nueve años más. Después regresó al City, donde colgó las botas. Disputó su último partido con 49 años y 245 días de edad, un récord de la Copa de la FA que sigue vigente hoy en día.

Goleadores pioneros
Otro hombre que batía récords en la época era Vivian Woodward. Delantero centro estelar del Tottenham Hotspur y del Chelsea, el londinense anotó 29 goles en 23 convocatorias para Inglaterra, con los que estableció una marca que permaneció imbatida 47 años. Woodward también destacó con el brazalete de capitán de los equipos de Gran Bretaña triunfadores en los Torneos Olímpicos de Fútbol de 1908 y 1912, poco antes de que una herida sufrida en la I Guerra Mundial truncara su carrera para siempre.

Todavía faltaba mucho tiempo para que los extranjeros participaran de forma habitual en las grandes ligas de Europa, pero eso no impidió a un forastero dejar su huella en Inglaterra. Nils Middelboe, el autor del primer gol de la historia de Dinamarca en el fútbol internacional, representó a su país en los Juegos Olímpicos de 1908, 1912 y 1920 y se colgó la plata en los dos primeros. Sin embargo, este delantero centro de 1,88 de estatura (que le había granjeado el apodo de “El gran danés”) también hizo historia al convertirse en el primer extranjero que representó y capitaneó al Chelsea, aunque él insistió en seguir jugando al fútbol a tiempo parcial mientras trabajaba en un banco de Londres.

En Escocia, Jimmy Quinn era el ídolo de la afición del Celtic y de la selección nacional. Delantero centro impetuoso, Quinn marcó 216 goles en 331 partidos con los Bhoys, incluida una tripleta contra el Rangers en la final de la Copa de Escocia de 1904. Se mostró igual de prolífico con la selección nacional, en la que se hizo famoso por espolear la vitoria por 2-0 sobre Inglaterra, que lo llevó a proclamarse mejor futbolista de Gran Bretaña. Willie Maley, su entrenador, lo elogió llamándolo “la piedra angular del mejor equipo que el Celtic haya tenido jamás».

Como faltaban 18 años para que la primera Copa Mundial de la FIFA™ hiciera acto de presencia, los Juegos Olímpicos representaban en la época el escenario internacional más importante del mundo. Precisamente en los Juegos de 1912, el alemán Gottfried Fuchs causó sensación de la noche a la mañana. El alto delantero, campeón de Alemania con el Karlsruher en 1910, conquistó el título de máximo goleador en Estocolmo, con diez goles. Lo realmente destacable de su gesta es que anotó los diez tantos en un mismo partido: en la aplastante victoria por 16-0 de Alemania contra Rusia. Fuchs se retiró con una media de 2,17 goles por encuentro en los seis choques internacionales que disputó, un promedio realizador que ningún alemán había alcanzado antes ni ha igualado después.

Estrellas españolas y brasileñas
Mientras Fuchs deslumbraba a la afición en Estocolmo, dos de los goleadores más prolíficos del fútbol español empezaban sus carreras. El mes pasado, FIFA.com recordó el centenario del debut, a la temprana edad de 15 años, de una leyenda del Barcelona, Paulino Alcántara, que el filipino celebró con una tripleta. El delantero llegaría a marcar 357 goles para los blaugrana, y solamente el hecho de que algunos de ellos fueran amistosos ha permitido a Messi adjudicarse a principios de esta semana el récord histórico de tantos con el club.

Más o menos en los mismos días que Alcántara explotaba en el Barça, en el Athletic de Bilbao progresaba un joven delantero llamado Rafael Moreno Aranzadi. Se daría a conocer por su apodo, Pichichi”, que en la actualidad da nombre, gracias a las increíbles proezas de Moreno, al premio al máximo goleador de España. Reconocido como un jugador completo, dominante por alto y dueño de un disparo demoledor y regates virtuosos, registró un promedio de más de un tanto por partido con el Athletic, y posteriormente contribuyó a que España alcanzara la final de los Juegos Olímpicos de Amberes 1920. “Pichichi” falleció a la edad de 29 años, víctima del tifus, aunque su leyenda perdura en el estadio de San Mamés y en toda España.

Otro grande de todos los tiempos que vivió en esta era y amasó más goles que partidos disputados es el húngaro Imre Schlosser. Héroe nacional mucho antes de que surgieran astros como Ferenc Puskas, este prolífico delantero vio puerta en 400 ocasiones durante sus estancias en el Ferencvaros y el MTK Hungaria, y acertó 59 dianas a lo largo de sus 20 años de carrera internacional.

Aunque, ya en 1912, Europa daba al mundo figuras de este calibre, el fútbol estaba en pañales en Sudamérica y en el resto del mundo. De hecho, faltaban dos años para que Brasil jugara su primer partido internacional. Y pese a todo, uno de los primeros astros de la Seleção ya andaba abriéndose paso en el fútbol de clubes y derribando barreras. Arthur Friedenreich fue el primer futbolista negro de la historia del país y se convertiría también en su primer gran ídolo. Friedenreich ganó dos Copas de América y fue aclamado como “rey del fútbol” durante su gira por Europa en 1925.

Si bien ni Friedenreich ni el resto de leyendas de los albores de nuestro deporte disfrutaron nunca de la misma notoriedad mundial que sus homólogos modernos, su contribución al desarrollo del balompié resultó decisiva para transformar el fútbol en el juego que conocemos y amamos.

Fuente: FIFA.com



Categorías:Actualidad

Deja un comentario