Raúl González saboreó ayer los últimos 45 minutos con la camiseta del Real Madrid en la disputa del Trofeo Santiago Bernabéu, convertido en homenaje a una leyenda merengue, que desbordó emoción en la despedida que merecía un futbolista de época, que volvió a marcar un gol de blanco.
Tres años después desde que Raúl puso punto final a una etapa de 16 años, volvió de nuevo con el 7 a la espalda y el brazalete de eterno capitán y demostró que podría seguir teniendo minutos en el Madrid.
No aceptó pasar a un rol de suplente, dejar de ser indiscutible, y su despedida fue precipitada. El Madrid le debía una a su altura. Llegó el momento. Raúl vivió una noche que jamás olvidará. El mundo del fútbol a los pies de un crack que siempre dignificó su profesión.
Disfrutó de cada segundo de su día, sintiendo que eran los instantes finales sobre el césped de un templo que nunca olvidará sus goles. Y se fue haciendo lo que lo convirtió en leyenda: marcó un tanto. Un golazo. Mató un pase de Ángel Di María con un control en carrera previo a un zurdazo a la red.
Raúl lo celebró como cuando eran oficiales, desbordando alegría y señalando el dorsal y su nombre como en los viejos tiempos. La emoción invadió el palco del Bernabéu, donde su familia no contenía las lágrimas y sus hijos comprobaban quién fue su padre y el cariño que deja en una casa a la que pronto volverá en otras funciones.
En el segundo tiempo Raúl le devolvió el brazalete de capitán a Íker Casillas y jugó por su equipo, el Al Sadd, de Catar, que cayó 5-0.
Del casi nada al todo, con aquella despedida por la puerta de atrás ante los medios, se pasó al todo. El Bernabéu se rindió a Raúl, un mito.
330 goles como merengue
Ese número de tantos marcó Raúl González Blanco en 759 juegos oficiales con Real Madrid, donde debutó en 1994. Es el máximo artillero de torneos de Europa (68 goles):
Fuente: EFE
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