Mario Canessa: ¿Es el VAR en el fútbol como sexo sin placer?

Pensar que incorporar la tecnología en el fútbol implica la pérdida de la esencia de tan hermoso deporte debe ser una de las frases más torpes de los últimos tiempos. Recurrir a los argumentos que esgrimen los contradictores de las innovaciones tecnológicas, para intentar desvirtuar su utilidad, es recurrir a tesis desubicadas en el tiempo.

No reconocen los procesos de modernidad que otros deportes como el rugby, el béisbol, el tenis y tantos otros, que oportunamente han entendido que los fallos injustos en una acción en un campo deportivo no solo generan una distorsión en el resultado, sino que pueden crear una cadena de recriminaciones, reclamos, apelaciones, sanciones de los organismos que administran el torneo en disputa, sino que lo que más impacta –sin lugar a dudas– es a la afición, que siente que una equivocación privó de algo importante y justo al equipo de su preferencia.

En el balompié, incorporar y aplicar procedimientos y recursos técnicos, instrumentos científicamente dispuestos y ordenados a su función principal, sirven para identificar con precisión lo que un ser humano –en este caso el árbitro, con toda su capacidad y entrenamiento– no alcanza a dilucidar una jugada o incidente durante un encuentro de fútbol. Reconociendo ese aporte, ¿cómo explicar que existan detractores de estos procesos evolutivos en el fútbol, si más bien terminan optimizando el espectáculo?

La aprobación en la utilización del denominado VAR (siglas en inglés de Video Assistant Referee, o Videoarbitraje, en español) costó años para llegar a su implementación. Joseph Blatter, cuestionado expresidente de la FIFA, se apoyó en el poder que tenía la IFAB (International Football Association Board), que al final de cuentas está conformada por el titular de FIFA, y las cuatro asociaciones británicas del fútbol, para impedir cualquier posibilidad para emplearlo y abiertamente lo postergaban, alegando frases alegóricas para sus pretextos.

Por ejemplo, decían que así protegían la universalidad del deporte rey. Blatter se convertía con ese axioma protectivo en ‘el ángel de la guarda del fútbol’, e invocaba que la simplicidad del balompié permitió su expansión y popularidad. En sus alocuciones insistía en que siendo el árbitro la máxima autoridad, ¿por qué debe dársela a alguien más? Y cerraba su pensamiento distractivo afirmando que los aficionados se apasionan al discutir sobre cualquier incidente en el juego. A Blatter lo desenmascara Salvador Dalí, quien menciona que “hay personajes para los cuales es más importante sembrar confusión y no eliminarla para conseguir los objetivos”.

Los que aspiramos a cambios radicales en el fútbol apoyamos la presencia del VAR porque protegerá la decisión, ampliará el margen de “discusión” y utilizará los segundos indispensables para aplicar justicia. Es una mentira alegar que siendo el fútbol un juego dinámico no puede ser detenido para revisar cada decisión y que la interrupción cortaría el ritmo del partido. Lo que sí hemos podido comprobar es que ningún deporte ha perdido su esencia con el uso de la tecnología ¿Por qué la perdería el fútbol? Un colega, muy acertadamente, me consultaba que si cuando los que hablan de ‘pérdida’ de la esencia conocen acaso ¿cuál es la esencia del fútbol?

Y por supuesto, si no se la conoce entonces se la inventa, se la improvisa o se miente respecto a ella. En mi saber y entender la esencia del fútbol no es la polémica, ni la pasión por la discusión, la esencia del fútbol son sus raíces, es cómo jugarlo, cómo ganar un encuentro, también sus normas, su historia. La esencia del fútbol es el espectáculo, es el deporte en sí, donde se optimicen los valores que trae la rivalidad, la competencia, el éxito, los fracasos, el respeto a la autoridad.

La discusión ha dado tribuna a muchas voces del fútbol y los jugadores han opinado de diversas maneras. El francés Karim Benzema, del Real Madrid, dijo que no le gusta el VAR “porque cambia el fútbol” y el mediocampista croata Luka Modric, del mismo club, fue más enérgico al decir: “Para ser honesto, eso no es fútbol y no me gusta. No solo que confunde, sino que le quita la esencia”.

El Mundial de Rusia será la prueba de fuego del VAR. Estamos convencidos de que representará un amparo arbitral y “las famosas circunstancias del juego”, que ponían los intereses nacionalistas en ebullición por el error del juez, serán moduladas por el uso de esta tecnología. También servirá para perfeccionar su reglamentación. Blatter y sus corifeos estarán ansiosos de que el remedio sea peor que la enfermedad, y ya algunos adelantaron el diagnóstico, como el francés Bixente Lizarazu. El campeón del mundo con su selección en 1998 menciona que “el fútbol con VAR es como el sexo sin placer: en el momento que comienzas a lanzar cohetes, te mandan a parar, así me sentí en el estadio”.

El fútbol también permite a los famosos comparar el VAR con su sensación de frustración. Y a los incrédulos del VAR les preguntaría: ¿Creen que es poca cosa que los sustentos del video auxilien al árbitro a determinar si se ha producido una infracción? ¿O que impida conceder un gol? ¿O ayudarlo a tomar la correcta señalización o no de un penal? ¿O auxiliarlo a tomar la decisión correcta sobre expulsiones? ¿O sobre la confusión de la identidad de quien o quienes cometieron infracciones?

La historia de los mundiales, desde 1930 hasta el 2014, está llena de expedientes de goles que no fueron, de expulsiones que no debieron ser, de golpes aleves que no fueron sancionados, de penales no cobrados. Todos esos errores arbitrales evitaron que el rumbo de los campeonatos cambie de ruta. Solo apreciaciones ultraconservadoras mantuvieron rezagadas tecnologías que ya eran debidamente comprobadas en otros deportes. A veces llegamos a entender por qué el fútbol estuvo manejado por dirigentes con esa mentalidad. Pero por fortuna fueron desapareciendo, si no seguiríamos viviendo como si fuese el siglo XIX, pretextando que la simplicidad es lo que da el éxito al fútbol. A esos personajes hay que recordarles que en la teoría de las restricciones, el simplismo también puede generar mediocridad.

La decisión está tomada, el VAR es una realidad. Al menos estaremos convencidos de que con el uso de la tecnología ya no habrá espacio para celebrar una nueva mano de Dios.

Los que aspiramos a cambios radicales en el fútbol apoyamos la presencia del VAR. ¿Cómo explicar que existan detractores de estos procesos evolutivos en el balompié?

Mario Canessa Oneto

Fuente> eluniverso.com



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