La Bombonera y el barrio La Boca latirán fuerte por la primera final de Libertadores

El tradicional barrio de La Boca, donde se levanta el mítico estadio La Bombonera, se muestra ansioso y expectante ante la final de la Copa Libertadores de América que disputará el sábado Boca Juniors con su archirrival River Plate, un superclásico nunca antes visto en la historia.

Por las calles aledañas al estadio, muchas con casas y tiendas pintadas de azul y amarillo, los colores de Boca Juniors, deambulan los turistas que se encontraron con la ingrata sorpresa de que La Bombonera y su museo están cerrados por medidas de seguridad.

Boca Juniors vendió las entradas para el superclásico del sábado en precios que oscilan entre 1.300 y 2.700 pesos (de 35 a 73 dólares). Los boletos, que únicamente se podían adquirir por internet, se agotaron en pocos minutos.

Aunque el presidente Mauricio Macri, quien fue también presidente de Boca, quería que para esta final soñada por los argentinos pudiese haber público visitante en la cancha, finalmente los equipos decidieron que se jugará solo ante los socios de cada club: el 10 en La Bombonera, con los ‘xeneizes’, y el 24 en el Monumental, con los ‘millonarios’.

Desde 2013, esa es la práctica en todos los partidos de la liga argentina. Y ya desde este viernes, empleados de la alcaldía comenzaron a depositar las vallas con las que cerrarán las calles del barrio a partir de la medianoche.

Ante los temores y las prevenciones, el barrio, que late al unísono que la Bombonera con cada gol de Boca, quiso mostrar también su cara amable.

Así, a las puertas de una tienda de souvenirs dos vendedores se abrazan y se dejan fotografiar. Uno lleva puesta la camiseta de Boca, el otro la de River, una rareza en las inmediaciones de La Bombonera.

«Yo soy de Boca, pero el fútbol me ha decepcionado porque se mueve mucho por el dinero. Veré el partido, pero para disfrutar porque aunque soy hincha, si River hace una buena jugada de gol me gusta. Me gusta que los futbolistas jueguen bien», dice Daniel Bórtoli, mesero en un restaurante del barrio.

Fuente: AFP



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